sábado, 8 de junio de 2013

Fin

Día cuarenta.

Los días pasan rápidos y agradables. Ya no hay muchos cambios en mi vida que me comprometan a la necesidad de seguir escribiendo este diario.

Nicolás se gradúa en poco tiempo y empezará la universidad el año que viene. Medicina. Esa es su elección. Supongo que me siento orgullosa. Siempre ha sido un imbécil, pero su inteligencia nunca desapareció en esa etapa oscura de deslices.

Mi relación con él se vuelve cada día más sólida. Salimos en ocasiones con Javier y Yaiza, pero nos gusta pasar el tiempo solos. Él me besa la nariz y sonríe al despedirse. Me promete que nada cambiará a pesar de que se mude a la residencia más próxima a su universidad. Me promete que jamás me hará sufrir, que nunca tendré que llorar por su culpa. Me cuidará y me respetará y en la vida habrá una chica que pueda ocupar mi lugar, aunque ellas siguen insistiendo en captar su atención. Supongo que ése fue el motivo que le empujó a tomar aquella decisión, por mi felicidad y mi tranquilidad, y por su inexorable amor hacia mí.

Fue hace dos días.
Vino a buscarme a mi casa sobre las nueve, sin avisar. Yo ya estaba en pijama. No me costó trabajo cambiarme y arreglarme para salir.

Ven conmigo.

Suave. Delicado. Algo pasaba. Pero parecía algo bueno.
Me llevó a su casa y me hizo entrar en silencio, lentamente. Todo estaba oscuro, a excepción de unas luces tenues que venían del comedor.
Estábamos solos.

Cena conmigo, me susurró al oído. Yo temblé al sentir su aliento.

Sobre la mesa había un par de velas y unos platos cuidadosamente preparados. ¿Había cocinado él? Me senté con timidez y él enfrente de mí. Se quedó mirándome con una expresión que nunca había visto.
Me sonrojé.

¿Vas a dejarme? Él abrió los ojos con sorpresa y se echó a reír.
¿Por qué eres siempre tan negativa? Empezó a cenar sin decir nada más. Yo le imité.

La verdad es que la cena estaba realmente deliciosa. No me atreví a preguntar quién la había preparado. Podría haberle hecho sentir mal si no hubiese sido cosa suya...
De pronto, dejó los cubiertos.
Se quedó en un silencio sepulcral. Serio. Cerró los ojos y sonrió.

Lia. Dejé de comer. No puedo esperar a terminar de cenar.

Metió su mano en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó una pequeña cajita negra de joyería. Mi corazón empezó a latir fuertemente. Unos pendientes. Tenían que ser unos pendientes. O quizá un colgante.

Lia. Dejé de respirar. Eres lo más importante de mi vida. No encuentro una manera mejor de asegurarte a mi lado para siempre.

Abrió la caja. Era un anillo. De oro. Con tres pequeños diamantes brillando armoniosamente. Se levantó de la silla y se acercó a mí. Se arrodilló con delicadeza y colocó el anillo en el dedo anular de mi mano izquierda con suavidad.

¿Quieres casarte conmigo?

No podía hablar, literalmente. No me salía la voz. Estaba paralizada. Atónita. Tenía diecisiete años. Casarme implicaba tantas cosas... Pero sus ojos me incitaban paz y amor. Ya tenía tomada la decisión desde en el momento en el que había abierto la caja.
Lo besé. Con fuerza. No quería que desapareciera. ¿Era aquello real? Estaba llorando. Las lágrimas me brotaban solas. Le quería tanto. Con todo mi corazón.

¿Es eso un sí? Susurró en mi oído.
Sí, le contesté.

Él sonrió y me secó las lágrimas. Y me besó. Con ternura.
Yo entremezclé mis manos con su pelo y entonces él me levantó de la silla y me llevó a su habitación sin apartar sus labios de los míos.

Te quiero, me susurró mientras me echaba dulcemente sobre su cama.

Me miró con intensidad. Yo bajé la mirada con timidez.

Lia. Le callé con un beso. Sabía lo que iba a decir. Estaba preparada. No habría jamás un momento como aquél, un momento en el que deseara tanto que me quisiera.

No te haré daño, te lo prometo.

Y lo cumplió. Desde el momento en el que me quitó la ropa con suavidad hasta el momento en el que recorrió mi cuerpo con sus manos mientras me hacía el amor.

Al final, un instante antes de envolverme entre sus brazos y yo quedar profundamente dormida, me besó la frente y susurró

Lia, gracias por estar en mi vida.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Día treinta y nueve.

Fue extraño volver al instituto después de mi cita con Nicolás. Su casa parecía tan lejana...
Llegué el lunes con Yaiza, tarde. Creo que ya es la tercera vez en los últimos diez días. No sé cómo podemos entretenernos tanto en el trayecto.
Las clases parecían tan lentas... Sólo deseaba poder salir en el descanso para encontrarme con Nicolás. El domingo no habíamos hablado y mi corazón estaba deseando latir desenfrenadamente.
Salí con Yaiza a tomar el aire y a almorzar a eso de las once de la mañana. No podía evitar mirar a mi alrededor, buscándole. En mis oídos empezó a burbujear una hilera de cuchicheos apenas audibles, pero en ocasiones claros. Eran chicas, mirándome. Es ella, es la novia de Nicolás, decían. Me puse colorada.
En ese momento llegó Lucas y me tomó de la mano. Quiso separarme de Yaiza y llevarme a un lugar apartado, pero ella le detuvo.

Déjala, Lucas.
Cállate, Yaiza. Sólo quiero hablar con ella.
Yo no quiero hablar contigo.
Liatana, no puedes seguir odiándome. Por favor. No puedo soportar tus ojos mirándome de ese modo. Deja que al menos me explique. Habla conmigo. Dame cinco minutos.
Está bien...

No sé porqué acepté.
Le seguí después de excusarme con Yaiza con un encogimiento de hombros hasta un rincón del aparcamiento. Me tomó la mano y me acarició. Yo me aparté.

Liatana, por favor, perdóname.
Puedo perdonarte, Lucas. Pero no me pidas que vuelva a tu lado. Quiero a Nicolás.

Dio un puñetazo contra la pared.

¡Maldita sea! ¡Despierta de una vez! ¡Sólo juega contigo!
Ése es mi problema. He decidido creer su palabra, he decidido creer en él. Si después salgo herida, será mi problema.

Me cogió el rostro y me miró con intensidad. Entonces, justo cuando parecía que iba a lanzarse a mis labios, una voz le paralizó.

Si te atreves a besarla, te arrancaré la garganta.

Era Nicolás. Su rostro estaba sombrío. Me separé de Lucas bruscamente y me pegué a la pared. Lucas empezó a reírse.

Qué cara tienes, Pinilla. La defiendes como si fuera de tu propiedad mientras que a sus espaldas la engañas descaradamente. Es una pena que ese profundo amor que siente por ti no la deje ver...

Nicolás sonrió. Yo me quedé mirándole. ¿Estaba engañándome? Si era así, ¿por qué sonreía? ¿Porque le habían descubierto?

Escucha bien, imbécil, porque no voy a repetirlo. De verdad siento que te agradaría que así fuera, que hiciera daño a Lia, que fuese un monstruo frío y odioso, que ella no me importara en absoluto, para que así tú pudieras recoger sus desechos una vez que la abandonase. Pero lamento decirte que eso jamás sucederá. Adoro a Lia con toda mi alma, la quiero por encima de mi propia vida. Nunca la dejaré marchar. Nunca. Y grábate esto, Lucas: ella es mía. Siempre.

Y dicho eso, cogió mi mano y me sacó de allí, me alejó de Lucas, de Yaiza y del resto de la gente que se había arremolinado a nuestro alrededor.
No dijo ni una palabra durante el trayecto, su mirada estaba distante, sus labios serios y tensos. No quise preguntarle, no quise hablar. Empecé a temblar. ¿Por qué? ¿Sería cierto que me engañaba? Acabábamos de empezar a salir... ¿Es que acaso no me quería? ¿Me había utilizado como a las demás? Pero sus palabras...
Se detuvo al llegar al pabellón. Estábamos solos, bajo las gradas. Me miró con seriedad.

¿Qué piensas?

Dudé.

Jamás me engañarías. Sí. Estaba segura. Él pareció sorprendido.
Mi reputación...
Confío en ti.
Lia... Lo siento. Me abrazó. Si hubiese sabido que tú estarías en mi vida, jamás me habría labrado semejante fama.
Te quiero.

Besó mi frente y me abrazó con más fuerza.
Sentí que desde ese momento jamás dudaría de él. Le creo. Por alguna razón, puedo sentir que su amor es real, puedo sentir que mi corazón y el suyo se dan la mano. Es agradable. Poder respirar con tranquilidad.



Ayer fue un día más difícil supongo. Y tenso. Y horrible en general.
No vi a Nicolás en todo el día. Supongo que tendría que estudiar. Se acercan los exámenes de acceso a la universidad y debe concentrarse. Pero debo confesar que me apené por su ausencia.
Decidí ir por la tarde con Yaiza al centro comercial, al cine, a dar una vuelta. Nos quedamos hasta tarde, hasta las nueve de la noche. Después ella se marchó y yo me quedé sentada en un banco. Antes había avisado a mis padres de que llegaría tarde y ellos me habían informado de su salida nocturna. No me apetecía volver a casa para estar sola.
Supongo que no tuve más opción que regresar cuando empezaron a echar las verjas del centro comercial.
Creo que eran las once cuando caminaba por mi calle hacia mi casa.
Era noche cerrada y hacía frío.
En mi cabeza empezó a formarse la imagen del desconocido delincuente que andaba suelto por el barrio. Aceleré el paso. Entonces alguien me cogió por el brazo y todo lo que pasó a continuación fue rápido y confuso.
Un segundo antes estaba de pie y al segundo después me encontraba en el suelo, a unos tres metros de mi agresor, y observando cómo echaba a correr después de que una figura le diese un puñetazo. Mi salvador quiso salir tras él, pero al verme en el suelo, volvió tras sus pasos y me cogió en brazos.

Vamos, te llevaré a casa. ¿Estás bien?
Nicolás...

Llegamos a mi casa poco después. Él me dejó en la cama y me quitó el abrigo. Mis codos estaban despellejados por culpa del asfalto.

Vaya... , dijo.
No es nada.
Iré a por algo para curarte, dijo, y bajó corriendo.

Subió con agua oxigenada y algodones. Escocía.

¡Ay!
Todo te pasa a ti, no puedes permanecer ni un segundo sin problemas, ¿verdad? Sonrió.
Lo siento.

Dejó el botiquín en la mesilla y me acarició.

Menos mal que estaba allí. No sé qué habría hecho si te pasa algo.
Estoy bien.

Me besó, con dulzura, con amor. Me acarició el pelo, el cuello. Entonces me di cuenta de que estaba sola con él, en la habitación, ambos sentados en mi cama.
Me aparté de golpe y retrocedí.
Nicolás se alejó ligeramente y puso sus manos en alto.

Lo siento. Perdón, dijo.
No... yo... ¿por qué te disculpas?
Te duelen las heridas... No debí... Lo siento.
No me duelen... Me puse roja. Creo que él entendió en ese momento la situación. Sonrió.
No iba a tocarte.
¿No?
No.
Es que... ¿no te gusto? , dije. Él sonrió y me abrazó.
Te haría el amor ahora mismo, Lia. Pero no haré nada que tú no quieras. Contigo todo es diferente. Me conformo con que duermas entre mis brazos.

Y allí nos quedamos los dos, echados sobre la cama, en silencio.

Todo con Nicolás es extraño, lento, agradable. Siento que me quiere, aunque no me lo diga muy a menudo. Me respeta, me aprecia.
Puedo estar con él sin que nada me afecte. Las miradas de las chicas, celosas, Marta, los rumores incansables de sus aventuras amorosas. Todo me parece ficticio. Tengo fe ciega en él. ¿Es eso malo?
Supongo que sí. Porque si descubriese un engaño, el golpe sería más duro. Pero no importa. Si él confía en mí, yo confío en él.

lunes, 27 de mayo de 2013

Día treinta y ocho.

Ayer me levanté temprano. Eran las 5:54 cuando miré el reloj de la mesilla.
Me fui al salón y me senté. Estuve pensando, recordando el momento en el que conocí a Nicolás. Mi primera impresión fue funesta, pero me atrajo en el instante mismo en el que me choqué con él. No puedo negarlo. Él es tan... atrayente.
Pronto dieron las siete y me metí en la ducha. Mis padres aún seguían durmiendo cuando salí.
Decidí ir a dar un paseo antes de ponerme a estudiar. Supongo que estaba nerviosa. Me planteé llamarle o enviarle un mensaje para que me dijera a dónde me pensaba llevar, cómo tendría que vestirme. Aunque al final decidí no hacerlo.
La ropa, el pelo... fue una difícil decisión, tanto que eran las siete y media y aún no estaba preparada. Quedaba media hora para que llegase.
Pedí auxilio a mi madre.

Parece que este chico te pone más nerviosa. Te gusta, ¿verdad?
Él es... distinto a Lucas.
Habría sido un error no retractarte.
¿Qué?
Este muchacho, Nicolás, parece que le quieres de verdad. Habría sido un error quedarte al lado de Lucas. A la larga, habrías salido los dos heridos, cariño.

Me quedé mirándola con asombro mientras seguía sacando ropas y ropas de su armario. Mi madre podía llegar a ser una buena madre en determinados momentos.

Acabé con una falda y unas sandalias. La camiseta era ligera y la chaqueta demasiado delicada como para soportar las temperaturas de altas horas de la noche. Pero no rechisté. De verdad quería que Nicolás me viera bien.

Llamó a la puerta a las ocho menos cinco. Le abrió mi padre y le saludó amigablemente. O así lo escuché desde mi habitación. Poco después fui a reunirme con él.
Sus ojos reflejaron una agradable sorpresa cuando me vio bajar por las escaleras. Aunque sólo fue un segundo. Un instante más tarde lo que reflejaban era sobresalto. Me había tropezado y él me había logrado sostener a tiempo para no romperme la cabeza contra el suelo. Siempre tan torpe..., susurró. Mi padre le dio un golpe amistoso en el hombro. Muy buenos reflejos, chaval. Cuídamela, ¿eh?

Me monté en el coche muerta de la vergüenza. ¿Era un presagio?

Estás preciosa.
Cállate.

Sonrió y aceleró.
Unos minutos después estábamos subiendo las escaleras de una casa particular. La fachada era verde, el jardín enorme y los tres pisos que se elevaban desde el suelo parecían tener doscientos metros cuadrados cada uno.

¿Dónde estamos?
En mi casa.

Abrió la puerta y me obligó a entrar. Yo no quería, qué horror, no sabría qué decir, cómo tratarles. ¿Por qué haría algo así? No me lo dijo... No me lo dijo porque sabría que no iría. Maldito. Tramposo.

Bienvenida.
Te odio.

El primero en recibirnos fue un niño de unos cinco años. Vino corriendo a saludar a Nicolás. Él le cogió en brazos y empezó a jugar con él. Después se acercó a mí y me lo presentó. Era su hermano Leo.

¿Eres su novia?
Emm...
Sí, se llama Lia. ¿A qué es muy guapa? Lo hacía aposta, estoy segura, para fastidiarme. Me puse roja.
¿Quieres ser mi novia también?
No machote, ésta es sólo mía.

Dejó a su hermano en el suelo y me cogió de la mano. Me llevó hasta el comedor. Había tres personas. Supuse que el hombre de cuarenta y cinco años que leía el periódico sería su padre y los otros dos sus hermanos, un chico de unos veinticinco y una chica de veinte. Carlos y Lucía. Y todos increíblemente guapos. Empezaba a sentir que sobraba.
Se levantó de la silla el chico y se acercó a nosotros.

Es la primera vez que nos trae una chica a casa. ¿Qué tienes de especial?
Te dejo en buenas manos..., me dijo Nicolás en ese momento y se soltó de mi mano y desapareció del comedor. Le odié.
Déjala, Carlos. Se levantó también la chica y se acercó. No le hagas caso. Me cogió de la mano y me llevó con ella al sofá. Carlos nos siguió y se sentó junto a nosotras. Dime, ¿estás en la clase de Nicolás?
No, yo... estoy en un curso menor.
No nos ha contado mucho de ti. Bueno, nunca nos cuenta nada, en realidad. Es muy quisquilloso con sus cosas. Aunque sabemos su afición por las chicas... Es por eso que nos resulta curioso. Ella era tan amable. Y su belleza y naturalidad... relucientes.
No pareces muy llamativa... , dijo Carlos. Que le den.
Es muy guapa. Seguro que seremos grandes amigas, ¿verdad? Sonreí.
¿Cómo conseguiste que se fijara en ti?
Carlos.
Debiste de ser muy insistente...
Carlos, déjala.
Tengo curiosidad... Es tan... básica e insulsa.
Parece que el gen idiota está instalado en el cromosoma Y de la familia. Los dos hermanos igual de imbéciles. Me levanté con intención de marcharme, pero entonces alguien me sujetó de la mano y una carcajada empezó a retumbar en mis oídos. Era Carlos.
Así que fue eso, ¿eh? Carácter. Nicolás rechazado... Qué interesante. Lucía sonrió y me guiñó un ojo antes de volverme a sentar.

Nicolás llegó después y tomó asiento junto a mí, se echó para atrás y se recostó.

Carlos, no vuelvas a molestarla, dijo con tranquilidad.
Te felicito, una chica interesante. Sabe defenderse bien.

Estuvimos apenas unos diez minutos más allí. Después, apareció la madre con los platos y empezó a servir la cena. Yo hice intención de ayudarla, pero ella me detuvo con cariño y me mandó a mi silla con una sonrisa.
La comida fue amena. Carlos siguió vacilándome, Lucía defendiéndome y sus padres interesándose por todo lo que me rodeaba.

O sea que en una fiesta... , dijo Lucía en un momento de la conversación.
Huía de Marta, igual que yo. Terminamos los dos en la cocina, a oscuras. Ella fue una borde.
Tú un prepotente. Sonrió y se echó para atrás. Cerró los ojos.
La atrapé después en el baño y en su casa, pero seguía rechazándome. Me pegaba un tortazo si la besaba y se deshacía de mí con insultos. Terminé enamorándome de su carácter. Y de su torpeza... Siempre tan torpe a pesar de su agresividad. Al final simplemente ya no podía separarme de ella. Necesitaba cuidado constante.

Le di un pellizco en el brazo.

Eso no es verdad...

Carlos empezó a reírse y su risa se contagió a toda la mesa.
Terminamos de cenar a eso de las once y veinte minutos después, Nicolás y yo nos marchamos. Me despedí de todos y Lucía me dio su número para poder quedar alguna vez. Me dijo que me contaría secretos de Nicolás. Yo me reí y ella me besó en la mejilla.

La verdad es que me lo pasé bien, a pesar del hermano gemelo en idiotez de Nicolás.

Siento no haberte avisado, pero si lo hubiese hecho, te habrías negado, dijo Nicolás cuando entramos al coche.
Ha estado bien... Le pegué un puñetazo.
¿Y eso?
Por no avisarme. Sonrió.

Al llegar a casa me eché en la cama y empecé a recapitular todo lo sucedido en la cena. ¿Habría cometido algún fallo? Creo que les caí bien a todos...

Bueno, primera prueba superada. ¿Qué será lo siguiente?

sábado, 25 de mayo de 2013

Día treinta y siete.

Todo el instituto cuchichea a mis espaldas... Siento que la gente me mira... Siento que Marta me mira. Creo que está tramando algo... Alguna clase de plan maquiavélico para quitarme de en medio. Hay algo turbio cociéndose por los pasillos.

Yaiza ha venido a buscarme para ir juntas a clase.
A pesar del reciente cambio en mi vida, ella ha seguido con su costumbre. Me he sentido aliviada al verla.

Nicolás, ¿eh? Parece que nuestros chicos han decidido comportarse.
Me parece...
Mentira. ¿A que sí? Cuando empecé a salir con Javier fue todo tan... abstracto. Decides dar una oportunidad sin estar segura de que cambiará. Supongo que lo hemos hecho. Les hemos cambiado.
Supongo que sí...

He encontrado a Lucas esperándome en la puerta de clase. Me ha detenido antes de entrar.

Tenemos que hablar.
No quiero hablar contigo.
Lo siento. Mucho. Sólo quería protegerte. Supongo que ya da igual. Has decidido creerle. Sólo espero que no te equivoques. Si algo falla, yo estaré ahí.

Y se ha metido en el aula.
En cierto modo, le entiendo. Él me aprecia, no quiere que sufra. Pero no tenía derecho a tomar una decisión por mí.

Necesitaba respirar. En uno de los descansos, he salido a beber agua. Sentía que todo el mundo me miraba. ¿Sabrían lo ocurrido el día anterior?
No importa. Por si acaso había alguien que no se había enterado, Nicolás se lo ha dejado claro hoy.
Estaba agachada en la máquina de agua, sujetándome el pelo, cuando una sombra se ha apoyado en la pared a observarme. Era él. Casi me atraganto.

Nicolás... He mirado el pasillo. Todo el mundo estaba atento. Me he puesto roja.

Se ha acercado a mí y me ha secado los labios con sus dedos.

Torpe. Te has mojado la camiseta. Y me ha besado dulcemente.

Cuchicheos, cuchicheos, cuchicheos... Toda la gente hablando al mismo tiempo, sin decir nada coherente, asombrados ante esa escena. Y yo me he muerto de la vergüenza. Pero me he sentido increíblemente dichosa. Estaba con él, con Nicolás, con el chico que todas querían. Y era mío.

Me ha apartado el pelo de la oreja y me ha susurrado en el oído.

Iré a buscarte mañana a las ocho.
¿Una cita?
Llámalo como quieras.

Me ha pellizcado la mejilla y se ha marchado.

Una cita. Tengo una cita con Nicolás. Pero... ¿adónde me llevará? ¿Qué me pongo? Veamos... no creo que sea muy formal, ¿no? Si no, me lo habría dicho para que no fuese sencilla.
Estoy nerviosa.
¿Qué me pasa?
Es Nicolás, ya he salido más veces con él. Pasé todo un día a su lado en aquel prado... Pero esto... supongo que es diferente. Soy su novia. Es una cita de verdad.

Tengo ganas de que llegue mañana. Salir un sábado con él, como una pareja normal, nos daremos de la mano, caminaremos juntos... Y me besará delante de todo el mundo, sin importarle nada, orgulloso de tenerme a su lado.

jueves, 23 de mayo de 2013

Día treinta y seis.

Hoy me he despertado feliz, como vengo haciendo tan a menudo desde que decidí establecer una relación con Lucas hace un par de días. Fue una decisión afortunada, me sentía increíblemente dichosa por tener a alguien como él a mi lado. Aunque, a pesar de eso, la sombra de Nicolás seguía en una parte importante de mi corazón. Quizá pensé que ése era el motivo por el que me sentía tan angustiada cada vez que me cruzaba con él en el pasillo. Pero no. Lo que me tenía así no era Nicolás. Era aquel misterio del maldito ladrón.

Estaba almorzando en el descanso cuando ha aparecido Yaiza, me ha cogido de la mano y me ha llevado con ella a un lugar apartado.

¿Has visto a Lucas? ..... ¿A qué venía aquella pregunta?
Desde ayer por la mañana no. ¿Por qué?

Yaiza estaba seria. Todo estaba empezando a ser siniestro. ¿Qué estaba ocurriendo a mi alrededor? ¿La gente sabía algo que yo no?

Esto es tuyo. Me ha dado una nota. Era medio folio, doblado, escrito a mano.
¿Qué es?
No tenía ningún derecho, Liatana. No creo que debas ser benevolente en este caso. Que te lo explique él.

Yaiza se ha ido y Lucas ha aparecido por detrás. No me ha mirado a los ojos ni una sola vez.

¿Qué ocurre?
Nicolás es una mala influencia.

Creo que ha sido entonces cuando he empezado a comprender... Rechazo, ladrón, nota... Encajaba tan bien... Pero... Lucas...

No podía dejar que siguiera metiéndote ideas en la cabeza... Él no te quiere. Nunca ha querido a nadie en su vida. Sólo quiere manipularte. Te usará y te tirará a la basura, como siempre hace con todas...

He abierto la nota mientras él seguía hablándome. No sé qué ha dicho durante ese tiempo. Sólo podía pensar en Nicolás.

Nunca he sabido lo qué era un beso, una caricia, una palabra, un sentimiento. Nunca he sabido lo qué era el dolor, el abismo, los celos, el odio. Siempre he sido feliz así, sin conocerlos. Pero ahora me pregunto cómo podría vivir sin ellos. Ya no puedo besar sin que el corazón se me acelere, no puedo acariciar sin que la piel se me erice. Ya no hay mujer en el mundo a la que pueda acercarme sin pensar en ti. Tú eres la base de mi vida ahora, Liatana. Si tú no te sostienes, yo caigo contigo.
Te quiero, siempre, a pesar de tu torpeza, de tu inocencia, de tus desplantes. Me has robado el corazón.

Deja que te haga feliz a mi lado.
Nicolás.

¿Eso era... una declaración oficial? ¿Quería que estuviera con él?

... No te merece.

Le he pegado un tortazo.

¡Puedo tomar decisiones sola! ¡No tenías ningún derecho a tomarla por mí!
Liatana...
¡Contestaste haciéndote pasar por mí! ¡Le rechazaste en mi nombre! ¡Fuiste demasiado lejos! Y ahora... pregúntate quién es peor de los dos.
¡Espera!
¿Por eso no viniste a mi casa ayer? Nicolás te descubrió, ¿verdad?
¿Nicolás? ¡No! Yaiza... Sospechó de mí cuando le contaste tu conversación con Nicolás...

¿Qué? Entonces... Nicolás sabía que había sido Lucas el que se la había jugado y no dijo nada... ¿Por qué?
He salido corriendo, abandonando a Lucas en ese rincón. He buscado a Nicolás por todo el recinto, pero no le he encontrado. Se me ha ocurrido entonces que quizá estaba con alguna chica en aquellas escaleras. Me he puesto furiosa y me he dirigido hacia allí. Si le encontraba con las manos en la masa, le tiraría su nota a la cara y le tacharía de mentiroso. Pero me ha pillado cuando caminaba por el pasillo. No estaba con nadie.

¿Qué quieres? Me he sobresaltado. Estaba detrás de mí. ¿Cómo lo hacía? Aparecía de pronto...
¿Por qué no me lo dijiste? Ha mirado su nota en mi mano.
Porque estabas feliz con él. Se me ha helado la sangre. Prefería mi felicidad a la suya...
Esto... ¿es de verdad?

No he esperado una respuesta. He corrido hacia él y me he colgado de su cuello. Le he besado. Él me ha cogido por la cintura y me ha atraído más hacia su cuerpo. Sentía su corazón latiendo aceleradamente, junto al mío, al mismo ritmo.
Me he separado.

¿Qué se supone...?
Ssssh.

Ha vuelto a besarme. Yo he cerrado los ojos. Parecía un sueño, irreal. Nicolás... ¿Estaba con él? ¿Era oficial? ¿Era su novia?

Me ha traído en coche a casa después de las clases. Me ha detenido antes de que pudiera salir.

Estarás conmigo.
Es...
Eres mi novia. Te quiero. No lo dudes nunca.

Y me ha besado la frente, después la nariz y después el labio superior, me ha colocado un mechón de pelo detrás de la oreja y ha sonreído. Y yo me he puesto roja.

Eres mía.
¿Y no... no te importa que te vean conmigo? Ha abierto los ojos con asombro y después ha estallado en carcajadas.
Lia...

Me ha acariciado y me ha besado. Después me he bajado del coche y le he dicho adiós con la mano.
No sé qué ocurrirá mañana, pero tengo el presentimiento de que todo irá bien a partir de ahora. Sé que me quiere. Todo será más fácil.

Soy la novia de Nicolás Pinilla.

martes, 21 de mayo de 2013

Día treinta y cinco.

He hablado con Yaiza. No tenía ni idea de lo que le estaba contando. Ni idea de lo del ladronzuelo, ni idea de nada. Quizá Nicolás es un inmaduro estúpido que me ha vacilado y yo le he creído. Pero... parecía tan real cuando me estaba echando en cara lo que sea que fuera...

En el descanso me he acercado a él, pero cuando estaba a sólo dos pasos de tocarle, ha aparecido Marta de la nada  y le ha cogido de la mano. Él se ha soltado de ella bruscamente y yo me he dado la vuelta disimuladamente, haciendo como que iba a otra parte... Obviamente él se ha dado cuenta. Cómo no.
Me ha pillado en el pasillo. Ha empezado a caminar a mi lado con disimulo.

¿Y bien?
¿Ya no te importa que te vean conmigo?
Oh, sí que me importa. No hables muy alto. Pero dime, ¿querías algo? He puesto los ojos en blanco.
Yaiza no tenía ni idea de lo que le hablaba. Si me estás vacilando, no tiene gracia...
Espera. Se ha detenido y me ha llevado a un lugar apartado. ¿Estás segura? ¿Podría estar mintiéndote?
¿Qué? ¡No! De verdad, no entiendo nada. ¿Puedes explicarme qué está pasando?

Su cara se ha ensombrecido de rabia y fastidio.

Eso es jugar sucio... , se ha dicho a sí mismo.
Nicolás.

Se ha alejado. Y yo me he quedado de pie, pasmada. Son las doce y aún no tengo noticias del maldito misterio del ladrón. No tengo ni idea de qué está pasando.

Pero hay una cosa más intrigante... Nicolás ha despreciado a Marta. Yaiza me dijo que habían vuelto... Esto es un sinsentido. ¿Me lo diría para que me olvidase de él? Siempre ha tenido ese peculiar interés en protegerme de todo... Como si yo no supiera hacerlo sola...

El delincuente del barrio sigue sin aparecer. La policía es tan incompetente... Sólo es un tío. Patrullad la zona hasta dar con él, maldita sea. Mi padre ya no me deja salir sola de noche por su culpa...

Hoy no he visto a Lucas. Se supone que le vería después de clase, pero no ha aparecido por mi casa y tampoco me ha llamado. Supongo que tendría algo que hacer... De todas formas, algún mensaje podría haberme enviado para que no hubiese estado toda la tarde esperándole. Los chicos son todos igual de dejados...
Y Nicolás... Ése es otro caso. Dice que me dejó en ridículo delante de sus amigos porque estaba enfadado... ¿Y hoy? Sigue queriendo que no me vean con él... ¿Lo hará por fastidiarme? ¿O será verdad que le avergüenzo? ¿Seré demasiado normal para él?

... Humm